Leyendas Alrdededor de la Virgen de los Remedios

El origen del culto a la Virgen de Los Remedios gira en torno a los hechos ocurridos durante la conquista del imperio Mexica, particularmente, el episodio conocido como la Noche Triste, o más recientemente, la Noche Victoriosa.

Según la leyenda, y coincidiendo con los registros que reconstruyen la historia de la Conquista, es posible que esta figura estuviera presente durante la primer misa católica celebrada en el territorio nacional, presidida por Bartolomé de Olmedo en la Villa Rica de la Vera Cruz. Posteriormente, la figura, de posible fabricación belga, acompañaría a los soldados en su campaña para apoderarse de tierras americanas hasta la persecución de los españoles por parte de los mexicas, en lo que se conoce como la única derrota del ejército español y sus aliados durante la Conquista.

Pese a que la historia oficial remite este suceso a la zona de Popotla, donde yacen supuestamente los restos del ahuehuete centenario donde Hernán Cortés lloró de frustración, existe en Naucalpan la leyenda (recogida por el historiador Ricardo Poery en los ochentas) de que el verdadero ahuehuete que protagonizó esa historia existe, aún vivo y reverdeciendo, en el Pueblo de San Juan Totoltepec. De hecho, cuentan los pobladores que el espíritu de esa noche fatídica cabalga en forma de un corcel negro desbocado por la calle principal, sin jinete, como una aparición que aterroriza a quienes la observan. De acuerdo a esta reconstrucción de los hechos, fue en esta localidad donde los españoles se refugiaron en su huida de los mexicas, dejando en su camino el oro y cualquier otro peso que les retrasara. Dentro de esta carga, un soldado español del cual se cree fue Juan Rodríguez de Villafuerte, dejó en su huida una figura de madera horneada de la Virgen María, en su advocación de virgen de los Remedios, oculta en un maguey. 


Los años pasaron y, tras la conquista, el pueblo de San Juan Totoltepec fue de los primeros evangelizados, puesto que en 1540 se erigió la iglesia de la población (aún hay una placa que lo confirma) por indios otomíes. Ese mismo año, cuenta la leyenda, un poblador llamado Ce Cuauhtli, Juan Cuauhtli o Juan Tovar, encontró la figura, a la cual se le empezó a rendir adoración en su casa particular, y posteriormente se le erigió una ermita. El culto a la imagen creció, de modo que en 1575 se le erigió su actual santuario. Se dice que desde entonces se trató de hermanar su culto con el de la Virgen de Guadalupe, sin embargo conservó la nomenclatura de Virgen de los Remedios, advocación de origen andaluz.

La Virgen de los Remedios se considera principalmente una intermediaria ante diversos males, principalmente enfermedades, plagas e inundaciones.

Durante el tiempo que ha sido venerada, han ocurrido ocasiones donde se saca de su cámara principal para pedir en ocasiones de calamidad, por ejemplo, durante epidemias (la más reciente en 2020, donde se le pidió por el cese de la epidemia de covid), durante inundaciones, por ejemplo, durante las grandes inundaciones del siglo XVII, fue llevada a la Ciudad de México para pedir el cese de las aguas.

Durante la Guerra de Independencia, y debido a que el ícono religioso de la Virgen de Guadalupe fue tomado como estandarte de los insurgentes, fue idea del virrey Francisco Xavier Venegas el tomar la imagen de la Virgen de los Remedios como estandarte realista, nombrándola incluso Generala de sus ejércitos. La Virgen de los Remedios enarbolaba, debido a su origen traída por los españoles, una idea más afín con la perpetuación del gobierno virreinal, creciendo la leyenda diciendo que protegió a los soldados españoles en su huida durante la Noche Triste, “echando tierra a los ojos” de sus perseguidores.

Con la consumación de la independencia, la adoración a la Virgen de Guadalupe creció, dejando relegada la advocación de la Virgen los Remedios, sin embargo su culto siguió prosperando en las zonas cercanas a su Santuario.

En el año 1999 su Santuario fue elevado al rango de Basílica Menor, un rango de prestigio entre los templos católicos que tienen prioridad por su valor histórico así como la importancia para sus fieles.

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